miércoles, noviembre 15, 2006

Mitigan mexicanos su estrés con bonsáis
El arte del bonsái, que llegó a México hace dos décadas, se ha convertido en un eficaz método para combatir el estrés de los habitantes de la capital, una de las urbes más pobladas del mundo. El experto español en esta milenaria técnica David Benavente viaja frecuentemente a México para impartir cursos sobre los secretos de este arte que se desarrolló en Japón pero que nació en China.
"El ritmo de los árboles no es el ritmo de Ciudad de México", dice Benavente, que ofrece estos días su curso en un taller localizado en el mercado de las flores de Xochimilco, sureño distrito conocido como epicentro de la vida vegetal de esta urbe de 20 millones de habitantes. Mientras utiliza una fresadora para modelar el árbol que trabaja, explica, ante la atenta mirada de sus alumnos, que en México surgen aficionados "que empiezan a destacar y a enseñar sobre esta técnica" que ayuda a mitigar y combate los efectos del estrés. Por su parte, el experto mexicano en bonsáis Felipe González López comenta que esta afición se introdujo en el país hace unos 20 años, pero es desde hace cinco cuando comenzó a captar más aficionados. En todo el país hay unos 15 clubes de aficionados, dice González, en lugares como Guadalajara (oeste), Chiapas (sur) o el Estado de México y Puebla (centro). La cifra resulta escasa si se compara con las de países europeos ya que sólo en la capital española hay seis clubes, afirma Benavente.
El maestro madrileño acumula más de 19 años de afición por los árboles pequeños, un interés que despertó en él cuando era un adolescente y con el que ha ido comprobando con el tiempo los efectos beneficiosos en la lucha del estrés. "Aquí (en México) aún se está empezando, hablar de arte es prematuro", explica el maestro, que opina que en 10 años México podrá alcanzar los niveles técnicos de los países europeos. En México aumenta día a día el número de viveros que cultivan árboles específicamente para convertirlos en bonsáis, así como la fabricación de cerámica, añade González.
Para cultivar un bonsái es mejor que sea una planta autóctona, "si no es trabajar un poco contra corriente", subraya Benavente, quien recomienda que en todo caso sean árboles de hoja pequeña, como las coníferas.Carlos Márquez, uno de los alumnos de este curso, cambió su afición a la mecánica de coches por la dedicación a los bonsáis. Lo que le atrae, dice, es que ahora maneja a un ser vivo, del que pretende "que vaya evolucionando, que fluya, no que se quede estático". "La parte espiritual es muchísima, tocar la planta te relaja, se pierde totalmente el estrés", afirma empuñando las tenazas, en una pausa de su labor de modelado vegetal.
El arte del bonsái nació en China hace unos dos mil años como objeto de culto para los monjes taoístas, quienes lo consideraban un puente entre lo divino y lo humano. De ahí se trasladó a Japón hace unos 700 años, donde evolucionó, se popularizó y se extendió a todo el mundo.