jueves, febrero 12, 2009

Pensamiento mágico y estrés emocional
El estrés emocional, la ansiedad y los eventos que representan un significado personal nos empujan fuertemente hacia la creación de significados mágicos.
Una afirmación de Arthur C. Clarke indica: "Toda tecnología suficientemente avanzada no puede distinguirse de la magia", llega a la plena realidad en el ciberespacio-un reino de avatares y mensajes instantáneos. El pensamiento mágico nos puede ayudar a coger los frutos de la tecnología digital.
Las corazonadas místicas, que no siempre tiene sentido en un terreno material pueden tenerlo en uno de datos. Los virus informáticos actúan como maldiciones incluso más que los gérmenes reales, actuando sobre los ordenadores y haciéndolos enloquecer como posesos.
Los iconos actúan como magos que pueden abrir ventanas hacia nuevos mundos, mediante un simple clic o enlaces pueden conducirnos hacia lugares lejanos y producirnos efectos impensables. Es la acción a distancia (por ejemplo un correo electrónico) que trabaja debido a que todo está conectado.
En el mundo real, las coincidencias significativas a menudo incitan a crear sospechas infundadas sobre algo místico que se halla detrás de la escena, de lo que no vemos. Pero con la tecnología, los agentes inteligentes están tirando de las cuerdas-no son deidades sino ingenieros y programadores. Los hackers-que aplican soluciones o trucos para eludir los procedimientos normales de funcionamiento del ordenador-son una forma de codificar la magia, o extrapolándolo podríamos decir que la magia es una forma de hackear (manipular) la naturaleza.
Finalmente, “a medida que los instrumentos tecnológicos van avanzando, nuestra tendencia a crear seres inanimados en ellos es más frecuente—gritamos a nuestro móvil cuando “se porta mal”, dice ErikDavis autor de TechGnosis, "por lo que tiene sentido tener un grado de pensamiento mágico sólo para poder hacer frente a estos dispositivos."
No es tan raro después de todo
¿Quiénes somos nosotros para decir que los soñadores están equivocados o que el pensamiento mágico para descargar nuestra ansiedad no es una realidad? Carol Nemeroff y Paul Rozin señala que muchas creencias mágicas han adquirido algún elemento de validez científica .
• Contagio mágico: La teoría de los gérmenes ha demostrado que tenemos razón para temer que algo invisible y negativo se puede transmitir por contacto. Los virus son las nuevas maldiciones.

• Existencia holográfica: La idea de que un todo contiene cada una de sus partes ha nacido por medio de la biología. Cada célula de un cuerpo contiene todo el ADN necesario para la creación de toda una persona.
• Acción a distancia: ¿Pueden las muñecas vudú y las varitas mágicas causar algún efecto a distancia? Bueno, la fuerza gravitatoria sí, así como los controles remotos a través de la radiación electromagnética.

• La mente sobre la materia: El efecto placebo está bien documentado. Sólo pensar que una píldora tendrá un efecto sobre usted, ejerce ese poder
.
• Mana: Mana es un término que se emplea en la Polinesia y que significa un poder sobrenatural. En efecto, existe una parcela de aplicación universal abstracta que nos comunica a todos: el dinero
Fuente: Psychology Today
Trastorno agudo por estrés

El trastorno agudo por estrés se desarrolla en el transcurso del mes siguiente de haber experimentado o visto un acontecimiento que involucre una sensación impactante de terror, presenciado una muerte real, heridas graves, violación física, ya sea personal o en otras personas, a las que se responde con sentimientos de indefensión, miedo u horror. El diagnóstico fue establecido para identificar a las personas que más adelante y en caso de no ser tratadas, puedan desarrollar un trastorno de estrés post-traumático.
El trauma tiene definiciones tanto médicas como psiquiátricas:
Médicamente, el trauma se refiere a heridas corporales agudas o serias. La definición se asocia, a menudo, con traumas médicos practicados en boxes de emergencias y representa una visión popular del término.
En cuanto a las psiquiátricas se asume que representan diferentes situaciones perturbadoras que se experimentan como emocionalmente penosas, angustiosas o que producen sobresalto, lo que a menudo origina efectos mentales y físicos duraderos.
El trauma psiquiátrico, o daño emocional, es esencialmente una respuesta normal a un acontecimiento extremo. Involucra la creación de memorias emotivas sobre el mismo guardados profundamente en el cerebro. En general, se cree que cuanto más directa ha sido la exposición al acontecimiento traumático, mayor es el riesgo de que ocasione daño emocional.
Por ejemplo, en caso de un tiroteo en una escuela, el estudiante que resulta herido y el que presencia el hecho o la muerte de un compañero, estará más afectado emocionalmente que el que se encuentra en otro lugar de la escuela en la que se desarrolla el acto violento. Pero incluso la exposición a la violencia aunque no sea en el mismo lugar, puede ser traumático, por lo que deberían tenerse en cuenta los signos de estrés emocional de todos los niños y adolescentes expuestos a la violencia o a un desastre, aunque sólo sea a través de medios de comunicación gráficos.
Algunas de las señales de alerta pueden ser:
 Falta de respuesta emocional
 Problemas en experimentar placer
 Sentido de no vivir la realidad o no desear hacerlo
 Estrés que interfiera en las actividades normales de la persona,
sociales y laborales.
 Despersonalización.
 Evitación de afrontar pensamientos, emociones, conversaciones o lugares que recuerden el trauma.
 Repetición de imágenes, pensamientos, sueños sobre el acontecimiento.
Se ha experimentado como el más adecuado el tratamiento cognitivo-conductual, en sus dos vertientes: la ayuda a cambiar ideas, patrones de pensamiento en relación al acontecimiento traumático y tratar de alterar los comportamientos ante situaciones que provocan ansiedad.
Esta terapia no sólo reduce los síntomas, sino que también parece ayudar a prevenir el trastorno de estrés post-traumático, a lo que las personas con un estrés agudo parecen estar en riesgo de desarrollar en un 80%; el que lo desarrollen después de una terapia cognitiva-conductual es sólo del 20 por ciento.